jueves, 27 de septiembre de 2012

El centro educativo: un recurso frente a la crisis


Cuando llega la época de planear el curso y de pensar proyectos la mirada al entorno es obligada. Y prestando atención a lo que ocurre alrededor últimamente la crisis aparece  como prioridad ineludible, así que, ¿por qué descartarla como objeto de un proyecto?. No estoy pensando en la economía sólo. El derrumbamiento de un modelo de sociedad tan bien retratado por Manuel Castells, nos obliga a replantear objetivos y estrategias como docentes. Hoy menos que nunca hemos de limitarnos a los contenidos específicos de una materia, o al libro de texto, ni a esperar a que nos digan qué hacer.
Sabemos que las consecuencias de la catástrofe que vivimos serían distintas si no estuvieran tan extendidas y aceptadas por la inmensa mayoría muchas prácticas que deberíamos erradicar como ciudadanos y que han terminado perjudicándonos a casi todos …  Lo cierto es que hoy tiene más sentido que nunca la incorporación efectiva a la escuela de contenidos transversales, valores, que hace mucho que forman parte de nuestros objetivos como docentes pero que a menudo han quedado sepultados bajo una avalancha de contenidos específicos de la materia que impartimos. Quizás sea la hora de acordarse de ellos, incluso de llevarlos un poco más lejos dadas las circunstancias. Y entonces cabe preguntarse:
  • ¿no podríamos hacer de la crisis una oportunidad para fomentar de manera efectiva una ciudadanía responsable y solidaria que anteponga el beneficio colectivo al individual?
  • ¿no podríamos inculcar la solidaridad practicándola con nuestro alumnado en el entorno de nuestra comunidad educativa a partir de la implicación de las familias, del profesorado y de voluntarios y voluntarias?
  • ¿tendría sentido que la escuela convirtiera en objetivo tratar de ayudar a las familias de su comunidad que tienen más dificultades?
Si consideramos que existen recursos humanos disponibles fuera de la escuela que podrían aportarnos gran valor, podríamos buscar la implicación de asociaciones y organizaciones sin ánimo de lucro, con experiencia en determinados sectores,  así como de personas que no están laboralmente activas incluso en riesgo de exclusión social que podrían aportar su formación y su bagaje profesional. Podrían prestar una valiosa contribución y hacer viables algunos objetivos.
La cuestión sería, ¿cómo involucramos al alumnado en la práctica de la solidaridad y la consecución del beneficio colectivo permitiendo a su vez el desarrollo de competencias básicas y/o profesionales? Vamos a exponer una posibilidad.
El curso pasado ya hubo familias en el centro que no pudieron enviar a reparar el ordenador de su hijo o hija por no poder costear el arreglo; con la consiguiente perjuicio al no poder utilizarlo. Y el número de alumnos y alumnas con ordenador es ya muy elevado. ¿Y si fuéramos capaces de repararlos en el instituto como parte de la actividad lectiva?
En mi aula el alumnado suele estar haciendo tareas diversas en cada hora; hay quien está escribiendo en su blog, hay quien está editando imágenes, hay quién está haciendo un programa, hay quien se dedica a charlar … Sería fácil incorporar como proyecto en 2º de Bachillerato, dentro de la asignatura T.I.C., la reparación de ordenadores que previamente las familias nos habrían traído.
Tenemos espacio en el aula para montar un “Rincón Taller de reparación”; contaríamos con un voluntario adulto que pudiera atenderlo para garantizar la seguridad del alumnado y del material, y también unos tiempos de respuesta razonables. Y no costaría nada que todo el alumnado por grupos fuera pasando por ese taller para aprender a resolver problemas en los ordenadores, en los de otros y también en el propio. No hace falta decir que la supervisión del profesor en todo momento sería imprescindible.
No sería difícil elaborar entre todos un protocolo de actuación que tendríamos que aprender y aplicar sistemáticamente. El alumnado tendría que atender a la persona que trae el equipo, aprender a hacer las preguntas necesarias, analizar la causa del problema, y entregarlo a la familia una vez reparado dando una explicación oral y escrita de todas las actuaciones realizadas, y si son precisos, consejos de uso que el propio alumnado tendría que redactar.
La familia beneficiaria tendría que asumir el compromiso por escrito de seguir estos consejos y de recibir la formación precisa para garantizar el mejor uso posible del equipo. Me parece esencial inculcar la necesidad de incorporar la formación, formal o informal, como un vía para la mejora a cualquier edad.
Otras tareas inherentes al taller serían la gestión de pedidos de piezas, el control del material guardado, el registro de las actuaciones realizadas, el inventario, todo lo  cual podríamos resolver mediante una base de datos que también diseñaría y mantendría el alumnado. También aprenderían a presupuestar y a contemplar costes, y conocerían la actividad empresarial en primera persona.
La pregunta obvia es ¿y de dónde sacamos los recursos necesarios?
Encontrar a un profesional en paro con cualificación suficiente para atender este “taller” no es muy difícil; de hecho ya hay una persona, un antiguo alumno, dispuesto a ayudar. Prefiere estar ocupado participando en este proyecto antes que parado; y seguro que no es el único. Y por supuesto su colaboración se certificará puntualmente. También tenemos quién ha montado empresas y puede compartir su experiencia con el alumnado.
Los fondos para las piezas y las herramientas necesarias para hacer las reparaciones es el otro capítulo económico a resolver; hay varias posibles vías de financiación. Una que me seduce mucho es crear un proyecto crowdfunding con el propio alumnado para tratar de conseguir dinero. Otra posibilidad interesante es que el voluntario constituya una empresa, que podría obtener fondos europeos (hay dinero para ello). Podría darse de alta en el Registro de Entidades colaboradoras de la enseñanza que existe en la Subdelegación del Gobierno para que su acción de voluntariado estuviera legalmente cubierta; esta vía la exploramos en el grupo Enredadera, al que pertenecen profesionales de gran valía y del que hablaremos otro día . Lo cierto es que hay que estudiar pros y contras de cada opción.
Uno de los objetivos del proyecto es la estimulación de la actitud emprendedora al enfrentar al alumnado con problemas reales, además de ponerlos frente al reto de conseguir una financiación, que tendrán que obtener con esfuerzo. A su vez es interesante que descubran que el emprendimiento puede tener una orientación social, más allá del beneficio económico. 
Hay otras iniciativas que se podrían poner en marcha: por ejemplo, unas sesiones de conversación con nativos ingleses y franceses para familias que no puedan pagar clases particulares de idiomas. ¿No podríamos organizar un banco de tiempo con posibles voluntarios y voluntarias? Y poner películas en V.O. en el IES  y en casa.
¿Y organizar la puesta en marcha de huertos urbanos? O ¿por qué no plantar directamente en el instituto y tener nuestro propio huerto? Seguro que encontramos las personas dispuestas a ayudar. ¿Y qué podríamos hacer con la “producción”?
¿Y la educación financiera? ¿No podríamos ayudar a las familias a gestionar una contabilidad doméstica básica mediante una hoja de cálculo a través de nuestro alumnado, sus hijos, utilizando datos reales que ellas seleccionarían? ¿Y a conocer con detalle las facturas de servicios básicos como agua, luz, teléfono, etc.? ¿Y no agradecerían orientación como usuarios de la banca que somos todos? Seguro que les vendrían bien algunas nociones para defenderse de los abusos que vemos a diario.
¿Sería muy complicado organizar un servicio de información que ayudara a las familias con novedades sobre becas, ayudas al empleo, formación incentivada, ofertas como consumidores, etc.? Quizás no con algunos colaboradores. Y desde luego no tendríamos por qué limitarlo al barrio de El Palo, ni a la ciudad de Málaga.
¿Y la orientación para la búsqueda de empleo? ¿Y las cooperativas? ¿Y el autoempleo?
En breve publicaremos una lista más larga.
Ni que decir tiene que en todas estas propuestas la colaboración del AMPA sería clave.
Nuestro punto de partida es privilegiado: en los centros educativos públicos disponemos de una gran cantidad de recursos humanos muy valiosos y también tenemos muchos recursos materiales; ¿no podríamos orientarlos en alguna medida a cohesionar la comunidad educativa proporcionando ayuda y demandando implicación? Quizás las escuelas serían vistas con otros ojos;  quizás la crisis sea  una gran oportunidad para pelear contra el deterioro inexorable del prestigio de la escuela pública.
No la desaprovechemos.

2 comentarios:

  1. Solidaridad...una palabra que se oye sólo en tiempos de penurias, cuando, en justicia, debería ser una actitud cívica omnipresente en la convivencia cotidiana, no ya sólo hacia quienes viven habitualmente con lo justo -demasiados, aun en tiempos de bonanza- sino como disposición de ofrecimiento y ayuda desde lo que somos y tenemos con quienes nos rodean. Si el encuentro de las personas en una comunidad no nos enriquece multiplicando el potencial a partir de lo que cada uno puede aportar estamos ante un claro signo de torpeza, de fracaso social.

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  2. Esto es lo que se llama Compromiso, imaginación, y ser consecuente. Y lo demás son cuentos.

    Lo malo es que todos leemos esto y pensamos que la idea ya se le ha ocurrido a otro (a José Mª), y lo tomamos como excusa para no movernos, para no hacer nada ni aportar ALGO. Desde tu propia vida debes poder hacer algo para cambiar y mejorar la realidad. Por desgracia, al no llegar a hacerlo no te das cuenta de que mejorando la realidad mejoras TU realidad, y das más sentido a tu vida.

    ¿Sabíais que la famosa frase de Ortega "Yo soy yo y mi circunstancia" en realidad, es así, en su versión original y completa?: "Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo a mi". ¡A que cambia el sentido, y dice cosas muy diferentes!

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